Señor Vicepresidente y demás miembros de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria
Sres. Miembros del Jurado,
Señor Decano de la Fac. de Ciencias Veterinarias de la Univ. Nacional de La Plata
Señor Decano de la Fac. de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Bs.As.
Sres. Representantes del INTA, SENASA y Sociedad de Medicina Veterinaria
Consejo Profesional y Colegios de Médicos Veterinarios
Sra. Profesora Titular de la Cátedra de Zootecnia Especial III Parte de la UNLP
Sres. Presidentes de AMEVEA y GTA
Sres. Representantes de la Industria Avícola
Sres. Miembros del Consejo de Administración de la Fundación
Sres. Miembros del Comité Asesor
Amigos del Prof. Perotti
Amigos del Dr. Colusi
Y todos aquellos que estén aquí presentes, por entender que ésta es una buena causa.
Mis amigos, los Dres. Elena y Rodolfo Perotti, me han distinguido al confiarme esta responsabilidad de pronunciar algunas palabras sobre los objetivos de la Fundación, y muy en particular lo concerniente a su inspirador el Prof. Dr. Rodolfo Perotti, para hacerme finalmente cargo de la entrega del premio correspondiente.
Los motivos que llevaron a esta familia a crear la Fundación son tan sencillos como relevantes y definitivamente nobles: honrar la memoria de su padre, y dar la mayor difusión posible a la obra de quien fuera en vida un pionero de la avicultura industrial y el que introdujo a nivel docencia la Cátedra de Avicultura en la Carrera de Ciencias Veterinarias en la Universidad Nacional de La Plata.
La trascendencia de un emprendimiento de esta naturaleza en las circunstancias que hoy nos toca vivir, me exime de mayores comentarios.
Quisiera ahora, referirme al Prof. Rodolfo Perotti.
La objetividad absoluta no existe, y mucho menos en mí y en este caso en particular. Corresponde, no obstante, dejar muy claro que el Prof. Perotti no precisa de la objetividad de quien les habla para avalar su trayectoria. A tal efecto, resultarán mucho más útiles su CV, el excelente trabajo del Dr. Garbi que confeccionó su hoja de vida o el obituario que redactamos algunos de sus amigos.
En tales condiciones, sólo me resta pedir anticipadas disculpas por mi elevada carga emotiva.
Esto es así, porque en mi caso como en el de tantos otros, cuando la obra y el ejemplo de un hombre han sido determinantes en la vocación, el trabajo y en la vida misma, sólo nos queda una manera de evocarlo, y esto es desde el corazón.
Cursé la materia en 1962. Mi inclinación por las gallinas es bastante anterior, pero mi pasión por ellas se inicia en ese momento; el año anterior ya había asistido a sus clases en carácter de polizón. Quedábamos atrapados desde el comienzo, por su nivel académico, su señorío, su didáctica, su amenidad, su humanismo, la solidez de sus principios éticos; y...!había que escucharlo!
De esa forma, su sola presencia fue despertando en nosotros curiosidades, pudores y compromisos.
Por eso, tal vez, la vertiente que he guardado con más cariño de este hombre multifacético es la del maestro; maravillosa forma de multiplicarse y perdurar, y aún para los agnósticos una virtual aproximación a la inmortalidad.
Las industrias son pragmáticas, son negocios, por lo tanto podemos sino justificar, al menos entender alguna omisión, un poco de olvido y hasta cierta ingratitud. Pero si la profesión veterinaria o la universidad argentinas, olvidan a éste, uno de sus mejores hombres, entonces, estaremos perdidos.
Sería muy injusto no recordar aquí a su señora esposa, que lo admiró, lo acompañó y lo apoyó. Y como las cosas que valen en la vida nunca son gratuitas, Aurora Brouwer fue dejando en el camino proyectos personales y vocaciones, lo que me permite asegurar que por sobre todo, lo amó profundamente.
El Prof. Perotti sabía distinguir a sus amigos, aunque era poco demostrativo y muy austero en sus manifestaciones de afecto. Sin embargo, en sus últimos años, cuando ya nada más de lo que me había dado podía darme, sentí la necesidad de saludarlo cada día del padre, y así lo hice en forma ininterrumpida desde aquel momento, yo sé que él esperaba esas llamadas y el Prof. Perotti tenía muy bien ganados mi afecto y mi gratitud.
En este mundo globalizado, monetizado, desesperado, la evocación de una figura como la del Prof. Perotti nos lleva a transitar caminos que por momentos parecen de ciencia ficción, aquellos otros, inevitables, de la nostalgia, por el paraíso perdido, pero también, porque no, por los de la esperanza, esa tenue luz en el túnel que quizás pueda guiarnos al reencuentro, con aquellas fuentes de la excelencia y el honor.
Concluiré la presentación con esta primera entrega del Premio al Mérito prevista por la Fundación Prof. Dr. Rodolfo M. Perotti. No sin antes mencionar la excelente labor desempeñada por el Jurado, por demás ardua, teniendo en cuenta al número de postulantes que superó las expectativas más optimistas, pero muy en especial, por los excelentes antecedentes y trayectoria de cada uno.
Pero sólo hay un premio para este notable grupo que ha distinguido la profesión en la rama avícola, y en esta oportunidad le ha correspondido al Dr. Arnaldo Domingo Colusi.
El Dr. Colusi en realidad no necesita presentación. Una labor de cuatro décadas, la vida, con una actividad profesional que entronca con el advenimiento de la avicultura moderna en la Argentina, conocido y reconocido dentro y fuera del país, asesor y/o consultor de importantes empresas, instituciones y universidades, docente, investigador, funcionario, fundador de una exitosa empresa productora de fármacos para la avicultura, casi no ha dejado, en fin, actividad por desarrollar dentro de la industria. A todo esto agregaría yo, la posesión de un particular don para la brillante exposición de sus trabajos y sus ideas.
Conozco al Dr. Colusi, y él conoció al Prof. Perotti. Ello me da la certidumbre que en este momento de su vida, el dinero pasará a ser el símbolo y el reconocimiento el premio real, como así también, que entre tantas distinciones recibidas, ésta, tendrá para él una particular significación y un especial regusto perdurará en su alma por mucho tiempo.
Dr. Colusi en nombre de la Fundación Prof. Dr. Rodolfo M. Perotti y en el mío propio, nuestras felicitaciones.
Discurso del Dr. Arnaldo D. Colusi.
Sr. Vicepresidente de la Academia de Agronomía y Veterinaria, Dr. Carlos Scoppa
Sres. Presidente y Vice de la Fundación, Dres. Rodolfo y Elena Perotti.
Sres. Miembros de la Academia, Sres. Miembros de SENASA y Asesores externos, Sres. Miembros del Jurado, Colegas presentes, Autoridades de distintas instituciones y Ex Alumnos presentes, Amigos, Sres y Sras.:
Si desde algún lugar celestial para los crédulos o cósmico para los agnósticos, nuestro Prof. Perotti nos estuviera escuchando, debo decirle que hoy, ser el elegido para cumplir su voluntad a través de sus hijos, significa para mi un superlativo honor y una emoción muy profunda y hago en el recuerdo una evocación de sus palabras cuando yo joven aún, y en un crítico momento de mi vida, me instó y estimuló con calidez no exenta de cierta rudeza, a no desmayar en el camino de la especialidad por la cual yo sentía y siento aún una verdadera vocación.
Me tocó luego trabajar a su lado algunos años hoy lejanos…, pero que jalonaron entonces para mí un inapreciable aprendizaje.
Es en consecuencia mi primer agradecimiento para él y la Fundación instituida por sus hijos, mis colegas Rodolfo y Elena, así como al Jurado que me ha distinguido con tan digna mención.
Asimismo, felicitarlos por la iniciativa de otorgar becas a jóvenes profesionales de la especialidad, tan importantes en estos tiempos, donde el discurso pedagógico, fue reemplazado por el sistema contable. Tan importante porque deberán ser ellos, tal vez, los que hagan lo que sus mayores no pudimos dejar como fértil herencia, quizá porque no fueron muchos los que no quisieron advertir y comprender aquel nefasto camino hasta este difícil y triste presente.
En lo personal, me toca decir que he tenido la fortuna de vivir intensa y activamente la evolución de la Avicultura en mi país, desde las razas de doble propósito, hasta las modernas estirpes genéticas, desde el campo al laboratorio y desde el gabinete hasta la Cátedra.
He visto en esa dinámica los principales cambios de estructuras: las económicas y su relación con las aquellas de producción y de éstas, con el discutible cambio en sus impactos directos e indirectos.
Así, fui testigo de la pequeña y mediana empresa floreciente y rentable, sus crisis de crecimiento, la posterior concentración integradora, sus beneficios técnico sanitarios, y también sus insoslayables perjuicios sociales.
Espectador y parte, asistí desde la Cátedra a la primera gran epizootia de Enfermedad de Newcastle en 1961, y ya con equipo propio, aislamos y reconocimos por primera vez en Argentina las cepas de Micoplasmas patógenos y en 1966, el virus de la Bronquitis infecciosa.
Nuestros trabajos de campo, combinados con el Laboratorio de Diagnóstico, establecieron las primeras estadísticas nosológicas, en especial tras una prolongada epizootia de Tifosis Aviaria y complementaron planes de profilaxis con la modificación y aplicación de una vacuna apatógena.
El rápido recuerdo de estos principales sucesos, me permito hoy exponerlos, porque más allá del juicio de valor que merezcan, me permite agradecer y recordar a quienes han sido mis maestros y colaboradores y que sin ellos, no hubieran sido posibles tales realizaciones:
A mis maestros de campo en especial al Dr. Julián Massot y de laboratorio, Prof J.J. Monteverde (hoy ausentes pero siempre presentes entre nosotros).
A mis maestros en Francia y Bélgica, Profesores G. Renoux y L. Le Minor.
A mis ayudantes y colaboradores en mis dos oportunidades en la Titularidad de Cátedra, Equipo Docente que, aunque transitoriamente, constituimos un activo y dedicado emprendimiento educacional.
A mis auxiliares en la dirección del SENASA que me facilitaron el ejercicio de tan complicada tarea, y tantos otros que sería muy largo de enumerar en mis cuarenta y dos años de actividad profesional plena en esta rama de la ciencia.
Pero como finalización de las palabras son las primeras en el recuerdo, quiero agradecer a mi esposa Alicia y a mis cinco hijos, el sostenido y estimulante aliento y colaboración, y además la paciencia de soportar ausencias y viajes, que me han permitido con alegría y perseverancia, caminar esta larga trayectoria.